homify 360°: 26 casas patio sociales y bioclimáticas

Marisa Alcore Marisa Alcore
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La localidad de Umbrete, en Sevilla, es el escenario del proyecto en el que vamos a introducirnos hoy. Este trata la construcción de 26 viviendas bioclimáticas de promoción pública, llevadas a cabo por el estudio de arquitectura Gabriel Verd arquitectos. El proyecto resultó ganador del concurso nacional de jóvenes arquitectos en Andalucía (J5 2002), gracias al planteamiento de una tipología de vivienda social asociada al espacio urbano y de analogía a la arquitectura doméstica tradicional de Andalucía. 

La implantación del edificio en el área norte de esta población, límite intangible entre lo urbano y lo rural, busca establecer un orden en una zona desordenada y romper con el clásico prototipo seriado de viviendas adosadas. Se busca construir una imagen única mediante un juego de volúmenes donde el negativo del espacio cobra la misma importancia que el propio espacio construido. 

De esta manera, en esta parcela alargada se construye un volumen compacto, que se perfora permitiendo que el edificio respire, se conecte con el exterior y que las visuales fluyan en ambas direcciones, dentro y fuera. 

Antes de detallar esta obra, premiada internacionalmente en diferentes categorías, es necesario hacer mención a su diseño bioclimático: la construcción de este edificio busca la máxima eficiencia energética bajo criterios de mínimo consumo. 

Por último, las viviendas sociales, frecuentemente asociadas a baja calidad, encuentran en esta obra un modelo en el que basarse, un ejemplo que aúna confort, diseño y ahorro energético construido con el mínimo coste posible. 

Condicionantes del lugar

El proyecto tiene lugar en una parcela exenta en la zona norte de Umbrete: un lugar de transición donde la trama urbana y el campo se encuentran. Por otra parte, las edificaciones vecinas, implantadas de forma libre en las parcelas circundantes, no proporcionan ningún orden al que poder acogerse en el planeamiento. La tipología mayoritaria es la vivienda unifamiliar entre medianeras, que situadas unas junto a otras, colmatan la superficie de cada manzana. Teniendo en cuenta las proporciones de las parcelas, los edificios presentan poco frente de fachada y forma alargada, dándose gran importancia a los patios interiores. 

Si nos fijamos en la tradicional arquitectura popular andaluza, podemos observar que las viviendas tendían a desarrollarse en dos alturas, ubicándose el programa doméstico en la planta baja y destinándose la planta superior a granero, almacén o solarium. En ninguna podía faltar un patio privado o corral en torno al cual se disponen las diferentes estancias, compartimentadas de manera excesiva.

Estas 26 viviendas sociales buscan su inspiración en esta arquitectura, tratando de mejorar la calidad y la eficiencia espacial y energética, pero manteniendo su escala humana. 

El concepto

Bajo estas condicionantes y en búsqueda de crear una vivienda social alejada de los estereotipos, se construyen 26 viviendas que constituyen un todo, un único volumen que ocupa la totalidad de la parcela, escapando de la imagen que resulta de aplicar estrategias de repetición. Aunque el volumen se concibe como compacto, un ingenioso juego de vacíos perfora la pieza, creando diferentes espacios exteriores en su interior. En semejanza a los antiguos corrales, las 26 viviendas buscan su relación con el exterior en estos patios de carácter semipúblico o privado, creándose un propio paisaje interior ligado a la tradición y cuidando la privacidad de cada una de las células domésticas.


El negativo

Esta sucesión de patios yuxtapuestos constituyen el negativo del volumen y permiten que cada pieza ilumine, vuelque y ventile a espacios abiertos de diferentes caracteres. Desde la calle, un gran hueco nos da acceso a un espacio exterior cubierto. Hemos traspasado las fronteras de lo público para introducirnos en un espacio que comienza a tener un cariz privado. Con perspectiva a un patio descubierto limitado por una pieza acristalada, para alcanzar la puerta de la vivienda tendremos que seguir avanzando. Pocos pasos adelante, nos encontramos en ese otro patio, donde el espacio se dilata: hemos perdido el techo. Ahora ya podemos echar un vistazo al interior.

Tras dos muros de vidrio y un espacio interior, se vislumbra otro patio, pero este diferente. De carácter íntimo y privado, al menos de acceso, un limonero aún joven lucha por el protagonismo contra un muro pintado de azul. 

El programa

Una vez cruzado el umbral y con una ligera idea de lo que nos espera dentro, pisamos en firme sobre el suelo de la vivienda. Frente a nosotros, una escalera de ida y vuelta recorre una doble altura invitándonos a descubrir lo que ocurre arriba, pero lo dejaremos para luego. Al lado de la escalera, un pequeño aseo da servicio a toda la planta baja, pero sobre todo al dormitorio situado en el extremo. Recorriendo la vivienda en su longitud apreciamos que esa pieza acristalada que veíamos desde el exterior es, en realidad, el salón y que por su otro frente también limita a otro patio. El espacio no se compartimenta, sino que abierto y fluido va tomando diferentes usos. Así pues, el comedor se coloca entre escalera y salón, bajo la doble altura y con visuales a ambos patios y a la pasarela de arriba. La cocina, en el extremo opuesto al dormitorio, encuentra su lugar en lo más profundo de la parcela y, sin embargo, no renuncia al exterior.

Recorriendo la escalera tenemos acceso a la planta primera: una pieza en forma de L. Aquí nos esperan dos dormitorios, comunicados por una pasarela interior, un cuarto de baño y una gran terraza sobre la cubierta del salón. Con vistas a ambos patios, esta disfruta de ambas orientaciones, norte y sur.  

La construcción

​No podemos terminar este libro de ideas sin investigar un poco sobre la construcción de esta vivienda. La limitación económica que engloba a este proyecto impidió la instalación de sistemas activos y propició la búsqueda de un diseño solar pasivo para el acondicionamiento interior. Además, la arquitectura vernácula tradicional de este lugar nos muestra la manera de hacerlo: grandes muros capaces de suavizar los cambios bruscos de temperatura entre el día y la noche y de retener el calor del sol para aclimatar el interior por la noche. Los edificios han de abrirse al sol de invierno y protegerse del sol de verano. 

Se opta por un sistema estructural de pórticos unidireccionales de hormigón, cerramientos tradicionales de citara, cámara y tabique, cimentación por losa de gran canto y cubierta a la andaluza con bovedillas abovedadas, considerándose el más económico en cuanto a materiales y mano de obra. 

Así pues, en invierno se deja entrar el sol para reducir la demanda de calefacción gracias a los cerramientos de vidrio, se aísla del frío exterior gracias a los gruesos muros, se suaviza el salto térmico entre el día y la noche y se protege del viento gracias a su construcción compacta. Por el contrario, en verano se protege del sol mediante un toldo y la sombra del limonero, se aprovecha la ventilación cruzada para refrigerar y se aprovecha el canto de la losa para reducir los saltos térmicos. 

Este edificio no sólo es un buen ejemplo de cómo un edificio ha de implantarse y conectar con su entorno y tradición, sino además, de cómo sacarle el máximo partido a un presupuesto limitado creando un modelo responsable y eficiente. 



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